dissabte, 17 de març del 2012

Las palabras curan

A nuestro mundo le hace falta una cura de palabras. Es urgente. Tenemos que buscar entre todos palabras sabias para tapar heridas y sustituir palos, machetes, puños y uñas. Corre prisa. Vivimos un momento de histeria colectiva, de susceptibilidad máxima. Incluso los mansos y los cautos han empezado a lanzar saliva contra los que siempre buscan brega... ajenos al zarpazo que les espera. Lo hacen porque no lo soportan más. Asco por asco, piensan, mejor vivir en el desahogo de haberle plantado cara al chulo del lugar. Cada día hay más chulo, aunque tal vez sea yo, que presa de un alto nivel de desconcierto social, me creo que son chulos cuando lo único que hacen es defenderse o auto-reafirmarse.
Cada día hay más malentendidos y roces y quejas. Quejarse de forma constructiva es bueno, pero hace falta actuar para cambiar porque si no la queja se vuelve hábito y pasa a formar parte del carácter.
Se nota al cruzar la calle. Algunos ponen cara perruna, asustan. Otros tienen las facciones mutadas por el miedo, se les ve paralizados por la angustia, tienen escrita en el rostro una noche haciendo cuentas para pagar recibos.
Los recibos crecen, los sueldos encogen. Escasea en algunos lugares y momentos el “buenos días”, el “hasta pronto”, el “suerte mañana”, el “gracias por todo”... el “estoy contigo pase lo que pase”.
Estamos siempre alerta para clavar colmillo hasta la encía, pensando en negro, repitiendo en un mantra la palabra crisis hasta que se esculpe a fuego en el día a día y nos invade.
Tal vez parezca frívolo en un momento en el que pasamos escasez y muchos pierden su hogar y sus sueños... pero las formas importan. Importan porque se dirigen a personas. Importan porque evitan trifulcas y peleas y generan diálogos.

Y sobre todo, importan las palabras porque con ellas se construyen puentes, generan empatías. Importan porque convierten a la víctima en el dueño de su destino, porque generan oportunidades.
Necesitamos palabras, muchas. Todas las que encontremos van a ser pocas porque tenemos que cambiar esta inercia de malhumor y caras agrias, porque nos merecemos otro presente y otro futuro.
Cuando la intención las acompaña, las palabras curan.

dissabte, 3 de març del 2012

6 millones de náuseas

Vamos a rozar los seis millones de parados este año. Seis millones de seres humanos con náuseas colectivas que empezarán el nuevo día suplicando oportunidades y rebajando sus expectativas hasta tocar el cieno.
Me gustaría pensar que con mucho, mucho esfuerzo llegarán a su meta. Me gustaría por ellos y por mí, por si me toca esta ruleta rusa a la que jugamos todos obligados y presas del espanto.
Me lo imagino cada día. Repaso mentalmente todo lo que haría para burlar al destino cruel del parado. Veo todas las páginas web que visitaría, todas la puertas a las que llamar para contar mis virtudes... todos las frases de autoayuda que me repetiría para no caer en el desaliento.
Y luego miro el periódico y leo sobre otro ERE y ojeo la noticias y recibo un nuevo zarpazo en el estómago. Me invade un desasosiego intermitente, un balanceo que va del “de ésta no saldremos” al “si queremos, podemos”.
Tanto desayunar crisis, no puede ser bueno-pienso. Nos vacía la mente de ganas y nos aísla del mundo, de las palabras... de preguntar a los que conocemos cómo les va la vida e interesarnos por nada más que no sea pagar facturas. Nos la tragamos cada día como quien moja la porra en el café con leche y se ha convertido en pegamento. Voy a despegarme de ella, voy a matarla de inanición. No voy a citarla, no voy a temerla …
Casi estoy convencida... y pienso en los seis millones de nuevo. ¡Seis millones! Algunos de ellos condenados a jamás reengancharse a una vida laboral, por edad, condición o formación.
Me duelen en el alma. Tienen sueños, tienen ilusiones, tienen vidas y familias y merecen cerrar los ojos cada noche con un poco de paz, sin pensar que no saben qué penalidad les depara mañana.
¿Los estamos ayudando a reciclarse? ¿les damos ánimos? ¿les contamos qué opciones tienen? ¿les instamos a no desfallecer? O solo les subsidiamos con miseria y les convertimos en número.
Seis millones. ¿lo damos por hecho y no nos revolvemos siquiera en la silla? ¿no nos araña el alma? ¿vamos a dejar que la bolsa de miseria se engorde hasta reventar?
Esprimámonos el seso, por favor. Los que cobran mucha pasta por hacerlo y los que cobran pena y ganas. Los que tienen la responsabilidad y los que quieren ejercerla. Hagámoslo, no solo por ellos. La miseria de otros es nuestra miseria. Su polvo será nuestro lodo. Su angustia nos estallará en la cara...
Y cuando estemos en la cola, un sabor agrio nos vendrá al paladar y entonces sabremos que también somos un número...
Seis millones de ideas para evitar seis millones de tragedias.