dimecres, 30 de novembre del 2011

Despertando de la era del plástico

Tengo a menudo una sensación de impotencia que seguro que no es buena para nada, ni para mi cuerpo cansado ni para mi espíritu ultra-resistente.

Yo pertenezco a una generación de plástico. Cuando era niña el plástico lo inundaba todo. Cualquier cosa que antes fuese de cualquier otro material podía sufrir un proceso de plastificación. Las sillas, los vasos, las bolsas, los juguetes, la decoración... incluso algunas veces hasta la comida.

El rey Midas lo convertía todo en plástico. Era resistente a todo. Era el icono de la industria, de lo seguro, de la fabricación compulsiva...de lo homologado y en serie.


El plástico ha sido práctico. Cuando tenía 10 años, un reloj de plástico era lo más chulo del mundo. El plástico era el color, el diseño de la nueva España... de haber existido Lady Gaga entonces, no se hubiera vestido de carne sino de plástico. Nacía una nueva era donde todo iba rápido, a modo fast-food, y se vivía el momento sin pensar en el mañana, en esas toneladas de plástico que íbamos generando y que ahora forman una gran isla de devastación en medio del océano. Es terrible, lo sé, pero nadie me lo contó antes, yo no quería que ser formara esa sopa asesina.

El plástico en aquella época, creedme, era incluso acogedor. El plástico era Barbie Superstar, era sueño, era un mundo que se parecía mucho al del celuloide. Soñábamos plástico, respirábamos plástico, nos convertimos en un poco de plástico. Y esa plastificación era cómoda y agradable, era moderna, era homogénea.


Tuve que haber imaginado lo que venía cuando hace algunos años vi que volvía con ímpetu la madera. Para todo. Y los nuevos tejidos naturales y todo adquiría ese toque rústico/ anti-plástico.

El imperio caía, se desmoronaba por momentos. Nuestras vidas de plástico iban a perecer. Todo lo que antes era plastificable ahora debía ser mutado porque nuestro preciado material parecía horrendo, anti-natural, no biodegradable, frío... propio de una época superficial y volátil.

Lo confieso; me había acostumbrado a él, era ya parte de mi esencia más resignada y menos respondona... pero era ya parte de mí. Era la cosificación de todo lo estandard, lo categórico, lo falto de personalidad.


Ahora todo ha cambiado. En la globalización todo tiene que ser genuino, auténtico, creativo. La normalidad se paga cara, carísima, con una patada en las posaderas o una registradora vacía. Se ha vuelto a la esencia y el plástico huele a nada, a años ochenta en decadencia, a pieza de engranaje de industria pesada en la era de la Tecnología. A desilusión.

El sistema ha mutado. Ahora hay que ser el mejor entre mejores y vender talento porque los esquemas anteriores ya se han agotado.

No me resisto, no creáis, llevo tiempo rebuscando entre mis aptitudes y habilidades la que me hace auténtica, la que me permitirá con una actitud positiva sobrevivir con éxito en este nueva era de la superación, de la consciencia, del esfuerzo.


Los sometidos al plástico de consumo básico despertamos ahora … y miramos cegados a una nueva civilización. Lo estamos intentando pero necesitamos tiempo para acostumbrarnos a tanta autenticidad. El tiempo de adaptación se acaba... como la era del plástico.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Soy SiempreEmprende en twitter, me ha gustado tu blog y el diseño!
Ya te invitè pero te espero como miembro en EMPRENDEDORES, EMPRESARIOS Y PROFESIONALES DE HABLA HISPANA EN EL MUNDO
www.fidelizaralcliente.blogspot.com
Saludos!

Sonia Muñoz ha dit...

Como con el plástico todo, somos ovejas destinadas a hacer las cosas como alguien dictamina y obedecemos a los que nos controlan. Cuestión de obligación, o así o nada. Lo que nos quieran vender en el momento preciso. Algunos no estamos dispuestos a ir a la moda.