diumenge, 31 de juliol del 2011

Pasar a la acción y dejar de quejarse


Cada día oigo la palabra crisis.. no sé, ¿unas cincuenta veces? La oigo en la radio a las siete de la mañana y cuando llego al trabajo. El mundo está en marcha, la crisis continua, las agencias de calificación casi entierran a España el viernes... ¡Ahora que iban a dar buenos datos sobre el paro y el déficit!...Algún día, la historia juzgará a las agencias de calificación.

Crisis, crisis, crisis... la menciona Carlos tomando café en el bar mientras busca en su móvil el último tweet. La leo en todos periódicos y me la cita por teléfono un invitado del próximo martes. Tanto hablar de ella no puede traer nada bueno, se autoestimula, se crece, se hace enorme como una bola de nieve y nos empequeñece, nos hace débiles, le permite que se nos meta encima como una rémora... que invada nuestro organismo y nuestro ordenador como un parásito y nos dirija la vida.

Entre todos convertimos la pelota en una pelota rotunda e inmensa. La más grande jamás vista y contada... y si seguimos así, nos sobrevivirá porque invadirá con su perímetro nuestra vidas y nuestros satélites y se zampará nuestro sol.

Tanto hablar de ella, la hemos engendrado y convertido en monstruo y nos devorará el futuro.

Yo cada día la tengo presente en el trabajo y la menciono hasta la saciedad. Alimento al monstruo y le convierto en protagonista.

Preferiría actuar para matarla de hambre. ¿Cómo se consigue?

Al menos, que nos sirva para dejar la queja y pasar a la acción.

¿Nos hará más fuertes y sabios esta crisis? ¿nos permitirá quedar hartos de que otros gobiernen el cien por cien de nuestras vidas y decidiremos tomar las riendas nosotros mismos?